TEATRO DE IRRISIÓN
o
TEATRO DEL ABSURDO
Lic.
Fernando Godoy
.
Un día
Samuel Beckett caminaba por una de las calles de su barrio parisino, cuando de
pronto un vagabundo se acercó y comenzó a agredirlo, a golpearlo fuertemente.
Beckett terminó en el hospital y el
vagabundo en la cárcel. Al salir del hospital Beckett fue al lugar donde estaba detenido su agresor
y le preguntó cuáles habían sido sus motivos para agredirlo, ya que ambos no se
conocían. El otro le respondió: “no sé,
no sé”.
Se
dice también que un día Arthur Adamov estaba parado cerca de un ciego que pedía
limosna. Adamov observaba la acción. Un momento de aquellos, dos jovencitas
pasaban delante del ciego, conversando animadamente, y sin notarlo le
empujaron. Entonces comenzaron a cantar: “Cerré los ojos. ¡Era maravilloso!”.
Se dice
entonces, que tal vez, en estos incidentes, ellos vieron el ejemplo mismo de la
acción absurda, característica de la
condición humana.
Entre
1950 y 1953, Eugene Ionesco, Samuel Beckett y Arthur Adamov estrenaron sus
primeras obras, que habrían luego de
clasificarse, entre otros nombres, en lo que se dio en llamar Teatro del
Absurdo o Teatro de Irrisión.
Estos
estrenos se llevaron a cabo originando verdaderos escándalos, durísimas
críticas, y algunas, las menos, encendidas defensas. Adamov con el tiempo fue
un autor de éxito, Ionesco llegó a ser miembro de la Academia Francesa y
Beckett al premio Nóbel. Y si tal vez no es esto lo que interesa, sin duda el teatro que ellos hicieron o crearon tuvo y
tiene una inmensa repercusión mundial.
ALGUNOS
ANTECEDENTES.-
ALFRED JARRY.-
Cuando
en 1896 se estrenó Ubú Rey de Alfred Jarry, se estaba marcando en la
historia del teatro un profundo cambio. La
obra polémica, aparentemente infantil de Jarry, levantó las más airadas
críticas y sin embargo, a partir de allí, una serie de convenciones, de
principios casi sagrados fueron sobrepasados. La famosa primera palabra mierdra (merdre) con que se inicia la
obra, tal vez parezca simplemente en su contexto y en su época, un acto casi
gratuito para escandalizar burgueses, pero lo cierto es que la obra de Jarry en sus planteamientos escénicos (la actuación, la escenografía, el manejo
del espacio, la utilería, la desnaturalización y transformación de las
palabras: mierdra por mierda; la armierdra por la armada, etc.) y en sus concepciones sobra la estructura
dramática, muestra una auténtica voluntad de ruptura con un teatro tradicional
anquilosado y lleno de estereotipos. Jarry desvirtúa
las unidades de tiempo y espacio mediante el empleo de anacronismos y la
permanente mezcla de lugares. También, como expresa G. Serreau, niega “la
realidad del hombre, reducido en escena a siluetas con máscaras, de andares
de autómata, voz monocorde y lenguaje
rudimentario o chuscamente falseado”. Asimismo, el personaje de Ubú es un
compendio de los males humanos: cruel, traicionero, cobarde, posee todos
los atributos de la maldad cósmica que late en el drama de vanguardia.
Jarry
quiso que los actores emplearan el gesto
universal en lugar de simples palabras, los carteles indicativos para señalar
cambios de escenarios.
Un solo actor podía representar
multitudes, un ejército completo. Así en las
indicaciones que Jarry hacía al director de la obra se expresa: “Nada de
muchedumbres. Un solo soldado en la escena de la revista, uno solo cuando Ubú
dice: “¡qué multitud, qué retirada!”
Arthur
Symons describió así la escenografía de Ubú Rey: “el escenario fue
pintado para representar, de acuerdo a las convenciones infantiles, el interior
y el aire libre, e incluso las zonas
tórrida, templada y ártica, todas en forma simultánea. …A la izquierda había
una cama pintada y al pie de la cama un árbol sin hojas, bajo la nieve que cae.
A la derecha hay palmeras... junto a la
puerta pende un esqueleto. . .”
La
actitud de franca y tal vez desordenada rebeldía con que Jarry ataca el teatro
y las convenciones de su época puede quizá sintetizarse en este parlamento
dicho por Ubú: “no habremos demolido nada, si no demolemos incluso las
ruinas”. Y este ataque va dirigido principalmente al realismo y
al naturalismo, ya que Jarry
propugna un teatro en el que la ficción fuera auténtica y en todo momento
reconocible, y que no se produjera una
ilusión de realidad. La comunicación dramática debía hacerse mediante la
estilización y la sugestión y no mediante la copia y la imitación de la vida
real.
“El teatro contemporáneo está en decadencia
por
que ha roto con el espíritu de anarquía profunda
que
está en la base de toda poesía”.
Antonin
Artaud
ANTONIN ARTAUD.-
A este
extraordinario poeta y visionario, a su vida torturada e incomprendida, le debe
el teatro del siglo XX, uno de los aportes más fecundos y transformadores.
Admirador de Jarry, Artaud organizaría y replantearía muchas de las teorías de éste, llevándolas hasta sus
últimas consecuencias.
Salido
de la escuela del surrealismo y profundamente impactado por el teatro balinés,
Artaud plantea en su obra fundamental “El
Teatro y su Doble” toda su
concepción del teatro como medio de expresar la rebeldía de la condición
humana, la rebeldía del hombre
insignificante dentro de un universo sujeto a leyes caóticas y rigurosas, un universo “cruel”, donde precisamente la
afirmación de esta rebeldía es justamente la afirmación del hombre.
El teatro
según Artaud, no será ya ese algo cerrado que transcurre en el espacio limitado
de un escenario, sino que tenderá a ser verdaderamente UN ACTO, algo que con rigor y crueldad, sacuda el alma del hombre, del
espectador, y logre su rebeldía.
Para
ello es necesario destruir la capa de cultura que rodea al hombre, es
decir todos los artificios impuestos por la civilización en el alma humana, y
liberar así, la auténtica realidad, la emoción pura e instintiva, la emoción
irracional. Para lograrlo mediante un Teatro de la Crueldad, el drama
despojado de toda apariencia y superficialidad, deberá acceder a la
emoción humana instintiva, a sus fuerzas profundas y auténticas y no a su
racionalidad deformada y castrada por esa cultura. El teatro debe llegar
a la sensibilidad, a la auténtica emoción y no a la inteligencia. Es en este sentido que Artaud se rebela contra
el teatro tradicional, en el cual el lenguaje hablado pertenece más al campo de
lo literario que de lo específicamente teatral.
El
lenguaje del teatro debe ser un leguaje
total en que los gestos, las actitudes, la luz, los sonidos emitidos por la
voz, etc., expresen más de lo que las palabras pueden expresar, despierten un
sentimiento que sea común en todos los seres humanos, y no algo particular,
limitado, creándose así una poesía del
espacio, una poesía teatral en leguaje teatral, en vez de la tradicional
poesía del discurso que pertenece a la
literatura y no al teatro.
Así
la palabra, se convierte en un elemento más de los muchos del teatro, y es la puesta en escena, el juego de ese
lenguaje total, lo que le da su verdadera trascendencia.
A
través de esta poesía en el espacio,
Artaud pretendía expresar que el curso de
las emociones y aun de los pensamientos, se manifestaba en imágenes plásticas,
en imágenes visuales trasmitidas por medio de los sentidos, ANTES de
convertirse en palabras, en formas racionales, decía “… no
se trata de si el lenguaje físico del teatro puede lograr las mismas soluciones
psicológicas que el lenguaje de las palabras, sino de si no hay actitudes en el
reino del pensamiento . . . que las
palabras son incapaces de atrapar y que los gestos y todo lo que forma parte de un lenguaje especial
logran con más precisión que ellas”. O
sea que el lenguaje del teatro debía
trascender las palabras y si éstas se usasen, debía dotárselas de toda su
sonoridad, de su poder evocativo, de su
correspondencia física y orgánica.
Cada
sonido nace de y provoca un gesto, una
reacción visceral. Este es el significado que había que buscar, más allá del
común y racional significado. “… Dejen que las palabras se junten otra vez con los movimientos
físicos que les dieron nacimiento, y dejen que los aspectos lógicos del
discurso, desaparezcan bajo su lado físico, afectivo, es decir, dejen que las
palabras sean oídas en su sonoridad antes de ser entendidas exclusivamente por
lo que significan gramaticalmente, dejen que sean percibidas como movimientos,
y dejen que esos movimientos se conviertan en otros simples, directos, como
ocurre en todas las circunstancias de la vida, pero no siempre con los actores
en escena…” Esto también es lo que
se debía crear o recrear en el
escenario.
Al
igual que en el teatro oriental, pensaba Artaud, el teatro debe expresarse en símbolos y gestos y no mediante el
diálogo. Los actores deben representar estados
metafísicos, expresar su esencia más profunda e irracional. El actor debe
descubrir su Yo verdadero, liberándose
de todas las fuerzas que lo entraban y llegar
así al inconsciente colectivo, al del publico, para agitarlo, para comprometerlo,
para sacudirlo orgánicamente. El publico ya no será simplemente un espectador
pasivo, sino que participa activamente, está comprometido, está en lucha, en
acción. En este sentido como explica Artaud: “Desde el punto de vista del
espíritu, crueldad significa rigor, aplicación y decisión implacable,
determinación irreversible, absoluta, apetito de vida. El hombre está sometido
a fuerzas oscuras y caóticas, la lucha contra ellas, la superación y la vida,
son también crueldad, la acción es
crueldad”.
Artaud
propugnó un teatro basado en mitos,
porque los mitos identifican y revelan lo más primitivo y arquetípico de los
hombres, en una palabra lo más puro y esencial. Los mitos son un verdadero
factor de cohesión y de auténtica
identidad. Pero estos mitos en muchos casos deben ser renovados,
revitalizados, actualizados con relación al hombre contemporáneo.
Asimismo,
un teatro basado en la emoción, debe ser
básicamente un teatro de improvisación,
totalmente espontáneo. Esto no significa desechar los textos clásicos, pero
implica la adaptación y modernización de los mismos.
Según
Artaud el teatro es como la peste ya
que “es un delirio y es comunicativo. . . no sólo porque afecta a grandes
grupos humanos y los trastorna de manera idéntica. La peste toma imágenes que
están dormidas, perturbaciones latentes, y las lleva hasta los límites más
extremos; el teatro también toma gestos y los impulsa tan lejos como se pueda;
como la peste refuerza la cadena entre lo que es y lo que no es . . . la acción del teatro como la de la peste es
beneficiosa, porque al impulsar a los hombres a verse a sí mismos como
son, provoca la caída de la máscara,
descubre la mentira, la debilidad, la vileza, la hipocresía de nuestro mundo,
sacude la asfixiante inercia que invade hasta los testimonios más vividos de
los sentidos; . . . los invita a asumir.
. . una actitud superior y heroica que
nunca habrían asumido sin él”.
Entonces en el teatro los hombres enfermos, afectos del mal común, actores y
espectadores, sufrirían un violento y cruel sacudimiento, mediante el cual,
como en la peste, la resolución será la
curación o si no la muerte. “Vamos al teatro para salir de nosotros mismos.
. . para redescubrir no tanto lo
mejor de uno mismo, sino la parte más
pura, la parte más marcada por el sufrimiento. . . buscamos en la escena una
emoción en la que los movimientos más secretos del corazón serán expuestos. . .
la audiencia se enfrentara cara a cara con su gusto por el crimen, sus
obsesiones eróticas, sus quimeras, su sentido utópico de la vida y del caos,
incluso con su canibalismo. . .”.
Es
cierto que Artaud no pudo llevar a la práctica sino mínimamente lo que se
proponía, pero sus conceptos fueron rescatados en gran parte por los autores y
directores del teatro contemporáneo, y nutrieron en gran medida los trabajos
que hoy llevan adelante Peter Brook,
Grotowsky, El Living Theatre, etc.
En
resumen Artaud proponía:
1) Un rechazo del teatro psicológico
tradicional. En su lugar un teatro metafísico,
instintivo e intelectual, mágico e
incandescente a la vez (G. Uscatescu). Este teatro estaría basado en
lo mítico y arquetípico del ser humano, para cobrar una verdadera dimensión
universal. Más que la transmisión de hechos, de una línea argumental
coherente desde el punto de vista tradicional, importa transmitir estados anímicos.
2) El
lenguaje del teatro de Artaud, deja de ser un lenguaje oral, literario, para
convertirse en un lenguaje total,
mediante gestos, sonidos guturales, frases entrecortadas, etc. Cada movimiento, cada sonido, configuran un
signo y se conforma así una pantomima pura, a la que denomina de
esta forma para distinguirla de la pantomima común, que solo reemplaza las
palabras por los gestos que las representan.
3) Todo
esto implica un rechazo del naturalismo.
4) La
mayor y casi total responsabilidad del
trabajo recae en la puesta en escena. Mediante ella se lograra la poesía en el espacio. El metteur en scene en una especie de
supremo sacerdote.
5) En
cuanto al espacio escénico, propugna
una especie de teatro circular pero
en el que los espectadores entran en el centro del círculo y la acción se
desarrolla alrededor de ellos.
6) El
público dejará de ser un ente pasivo, y será profundamente participativo.
OTROS ANTECEDENTES.-
Es
evidente que todo movimiento artístico que llegó a ser verdaderamente trascendente y que en su época, cualquiera
que ésta haya sido, salió al frente buscando trasformar y modificar al arte
oficial o tradicional, constituyó una vanguardia. Pasado el tiempo, este arte
institucionalizado pasará a ser objeto de ataque por nuevos movimientos
revolucionarios.
Pero
sin duda, desde los primeros tiempos, desde los orígenes del arte, se trata
en definitiva de mayores o menores
oscilaciones entre los dos polos, entre dos formas de concebir el arte y el
mundo: el realismo y el idealismo.
Dentro
del Idealismo, el romanticismo con su culto por el misterio y la indagación y la
exaltación del Yo, da origen en el siglo
pasado al simbolismo.
Poetas como Baudelaire y Rimbaud, si
bien no tienen influencia directa en lo teatral, plantean teorías que después
serían tomadas por el teatro. Así Baudelaire
busca ampliar las posibilidades
expresivas del lenguaje, y recurre a asociaciones
de sonidos, colores y diversas sensaciones sensoriales sintetizándolas en
símbolos que serían expresivos de estos conjuntos de sensaciones. Rimbaud por
su parte, buscaba crear un nuevo lenguaje que al no estar sujeto a la lógica ni
la gramática, pudiera traducir lo mágico en las palabras. Llegó así a asignar colores
a las vocales, la A, negra, la I, roja, etc.
Pero
fue el poeta simbolista Mallarmé,
quien trató de aplicar los anteriores y nuevos conceptos al teatro. Mallarmé
piensa que el teatro no necesitaba ser narrativo, sino que por el contrario, a
través de una síntesis artística,
como proponía Wagner, mediante el empleo de la música, el gesto, la danza,
podría llegarse al alma humana y conmoverla en sus raíces. El drama debía ser ritual, la puesta en escena, por lo
tanto, ceremonial, una poesía silenciosa.
El lenguaje oral ya no sería lo más trascendente, sino una mayor expresividad a
través del gesto y la imagen, que
simbólicamente traducirían lo más misterioso del hombre. Fue Mallarmé quien
lanzó la frase que sería la bandera del Impresionismo y del Surrealismo: Pintar, no la cosa, sino el efecto que
produce. Siguiendo con variantes esta línea, vinieron luego expresionistas, dadaístas y surrealistas.
Bretón durante el estreno de “La
Cantante Calva” de Ionesco, expresaría:
“Esto es lo que debíamos haber hecho hace veinte años”.
Se
pueden citar dos obras que junto a Ubú Rey, se constituyen también en
antecedentes del Teatro de Irrisión, principalmente por su acción de rechazo a
las convenciones de un lenguaje realista y a las concepciones tradicionales del
teatro: se trata de Víctor o los Niños
en el Poder, de Roger Vitrac y Los
Pechos (las tetas) de Tiresias de Apollinaire. Ambos fueron espectáculos de
provocación, que eliminaban las fórmulas dramáticas tradicionales, el sentido
narrativo, las categorías de tiempo y espacio, la lógica.
Por
su parte, como reacción contra el romanticismo y el arte decadente, Emilio Zola, lanzó su teoría sobre “El
Naturalismo en el Teatro”, dando origen a un vasto movimiento, que
alcanzaría su punto más alto, con el Teatro Libre, de André Antoine.
Postulaba que el arte debía ser visto
como una ciencia, y que es el medio ambiente el que determina el carácter
de los individuos. Por lo tanto, siguiendo un método científico, debían
reflejarse los males sociales, copiando con la mayor fidelidad posible la vida
real.
Se
creo así un teatro social, que
defendía a la clase trabajadora y atacaba a la burguesía. El Teatro Libre fue un teatro de denuncia y
polémica. En él se modificó también el lenguaje teatral, ya que se rompió con
los estereotipos, los discursos pomposos, los ademanes grandilocuentes, y se
imitó el lenguaje común, es decir, el modo de hablar, los gestos y actitudes
reales de la gente. Dentro de todo esto, se llegó hasta a dar la espalda al
público durante la actuación, lo que para la época era realmente una audacia.
Tenemos
allí entonces, apoyada en toda la teoría de que lo importante es la acción
natural y no el efecto permanentemente frontal del cuadro, el empleo de la
famosa “cuarta pared”. Pero cercado por sus propios límites el naturalismo
fue decayendo y, en 1891, Antoine declaró que en su teatro se presentarían
obras tanto simbolistas como naturalistas. Por otra parte, autores como Ibsen y Strindberg escribían algunas obras naturalistas y otras simbolistas.
Asimismo, un mismo autor o teórico o científico, nutría a ambas corrientes,
como sucedió posteriormente con Freud
que con su trabajo sobre los sueños entregó un rico material a los simbolistas, mientras que sus diversos
estudios científicos sobre la personalidad, fueron base de trabajo para los
naturalistas.
“El
arte burgués. . . se cuidará mucho de sondear demasiado dentro del corazón
humano, por miedo de encontrar allí el desorden. Su público de nada desconfía
tanto como del talento, locura amenazante y feliz que descubre el fondo inquietante de las cosas. . . y que
por sus llamados repetidos a la libertad, remueve el fondo más inquietante de
los hombres. La facilidad se vende mejor: es decir el talento encadenado,
vuelto contra sí mismo, el arte de tranquilizar
por medio de discursos armoniosos y previstos, de mostrar. . . que el
mundo y el hombre son mediocres, trasparentes, sin sorpresas, sin amenazas y
sin interés”.
Jean
Paul Sartre
En
1950, en medio de rechiflas, Ionesco estrena La Cantante Calva. Una obra sin argumento, sin la noción
tradicional de conflicto, en la que gran parte de los parlamentos son copiados,
según el propio Ionesco, de un Manuel de Enseñanza de Inglés; en la que no aparece ninguna cantante, ni
calva ni peluda; en la que hay un reloj de péndulo que tiene espíritu de
contradicción ya que indica la hora contraria a la que señala; en la que los
personajes carecen de psicología propia y son más bien arquetipos; en la que nada sucede en realidad, sino que se
presentan una serie de situaciones; en la que la desnaturalización progresiva del lenguaje llega demostrar su total
vacuidad; en la que sólo hay una exacerbación
paroxística del ritmo y que termina de la misma forma en que comenzó, sólo
que con los personajes cambiados (en vez de los Smith, los Martin), como dando
a entender que son perfectamente intercambiables, acentuando así, su falta de
psicología y tal vez planteando un eterno retorno.
La
primera conversación, monólogo al principio, a cargo de los Smith, es
totalmente insípida. Las frases
extraídas del Manual de Inglés, en principio tienen sentido y corresponden a la realidad, a pesar de su
vacuidad. Son afirmaciones axiomáticas y
aparentemente lógicas, pero que van demostrando lo absurdo de la conversación
cotidiana, lo mecánico del lenguaje (lo que le hace perder su sentido), la imposibilidad de
comunicación. Y entre este caudal de palabras van asomando poco a poco las incongruencias: “El yogurt es excelente
para el estómago, los riñones, la apendicitis y la apoteosis.”
La
charla sobre la muerte de Bobby de Watson introduce ya una serie de elementos
detonantes: “Era el cadáver más lindo de Inglaterra. No representaba su
edad. Pobre Bobby, hacía cuatro años que estaba muerto y seguía todavía
caliente Un verdadero cadáver viviente. ¡Y qué alegre era!”.
Pero
resulta además que en la familia de Bobby Watson, todos se llamaban Bobby
Watson: los hijos, la tía, los padres, los abuelos, el perro, los primos, y
todos eran viajantes de comercio, “salvo tres días a la semana: los martes,
los jueves y los martes”. Y además, “como tenían el mismo nombre, no
era posible distinguirles unos de otros
cuando se les veía juntos”. Violenta ironía sobre la identidad y la personalidad.
Más
adelante, ya en presencia de los Martin,
todavía se identifica lo real, pero falseado, desfigurado, el contenido de
las frases se vuelve incongruente: “Mi
mujer es la inteligencia misma. Es hasta más inteligente que yo. En todo caso
es mucho más femenina”. O: “Se puede demostrar que el progreso social es
mucho mejor con azúcar”.O: “No se
hacen brillar los lentes con betún”.
Poco a poco, el idioma se va
desarticulando, lo real que estaba sostenido por la palabra, al ser ésta
destruida, también se destruye, y lo cómico se transforma en trágico.
Estos seres llenos de clichés y estereotipos, cargados de automatismos; que cada vez hablan más para no decir nada;
la gran proliferación de palabras, sonidos casi guturales; la agresión a través
de la aceleración del ritmo y la ecolalia, (las palabras finalmente son usadas
por su similitud sonora: “que cascada, que cascada de cagadas”) hacen de estos personajes cómicos pero
carentes de toda consistencia, seres trágicos.
La Cantante Calva fue repuesta en 1956, junto con
La Lección (segunda obra de
Ionesco) y desde entonces hasta hoy no
ha bajado de cartelera del teatro de La Huchette, en París.
También
en 1950, se estrena La Grande y la
Pequeña Maniobra, de Adamov. Es un
drama onírico, cargado de símbolos, en que el protagonista, (El Mutilado) es un
ser inofensivo que vive aterrorizado entre las dos fuerzas que constituyen el
mundo actual: los dominadores y los rebeldes. El mutilado es constantemente
guiado por una serie de voces que sólo él oye, que le indican qué hacer y a
dónde ir. Cada vez que cumple una de estas órdenes en medio del terror, regresa
con un miembro menos. Y al finalizar la obra es simplemente un tronco sin
brazos ni piernas. Esta es la gran maniobra, llevada a cabo por una
especie de poder superior. Pero hay también la pequeña maniobra: la
maniobra doméstica. El cuñado de El Mutilado, que ha luchado toda su vida por
instaurar la justicia y la igualdad revolucionarias, una vez la revolución
triunfante, comprende que ésta tiene también los mismos tabúes, taras y
sistemas de represión, que el sistema anterior.
En
1953, se estrena Esperando a Godot
de Samuel Beckett. En un espacio casi abstracto, dos vagabundos harapientos y
con ademanes de payasos, están “Esperando a Godot”, el que no viene, el que
nunca ha de venir, el que no se sabe quién es. Mientras tanto charlan para
matar el tiempo, revelan su soledad y dependencia, caen en pequeñas angustias,
intentan, sin mucho esmero, ahorcarse, y esperan a Godot.
El segundo acto es igual, nada cambia a
excepción del pequeño árbol, único detalle de escenografía. Nada, o casi nada,
sucede. Pero según Beckett, un tercer acto hubiera estado demás, demasiado
repetido, y un solo acto habría sido insuficiente, podría haber quedado
esperanza de que Godot llegara.
Genevieve
Serreau, al respecto nos dice: “Esperando
a Godot parodia a una situación que de pronto se revela en su rigurosa
desnudez, la del hombre proyectado en la existencia y tratando de resolver su
propio enigma, o más bien renunciando a resolverlo, pues los únicos puntos de
comprobación, las solas claves de que dispone (la realidad del espacio, la del
tiempo, la de la materia) se han revelado como inservibles. Lo que pasa, ¾ese no
pasa nada¾, es la
ausencia, es la espera, en la hondura de esta ausencia, de alguna cosa, de
alguien, con el cual todo cobraría un sentido. Eso es salvarse: salvarse del
absurdo…”
Las
obras de Ionesco, Adamov y Beckett, son hoy representadas, con mucha
frecuencia en todo el mundo. Estos tres
autores son evidentemente distintos pero los une aquello a lo que se oponen. .
. Trataremos de ver los puntos en común.
ESTUDIO DEL TEATRO DEL ABSURDO O DE IRRISIÓN
A
partir de aquí seguiremos principalmente la exposición de Emmanuel Jacquart (Le Theatre de Derision), transcribiendo en
algunos casos fragmentos completos y agregando algunos conceptos de otros
autores, en pro de una mayor claridad.
Las
diversas reacciones que produjo este nuevo teatro, el intento de clasificarlo,
hicieron que muchos autores buscaran también un nombre o diversos nombres para
identificarlo.
DIVERSOS
NOMBRES:
Luc
Estang lo llama ANTITEATRO, no sólo por su oposición a las formas clásicas,
sino sobre todo por su voluntad de ruptura, de oposición. Por ser un teatro que
se aleja de la literatura, del verbo y recurre más bien a medios audiovisuales,
según la idea expresada por Artaud.
Se
habla también de COMEDIA SOMBRÍA o COMEDIA TRÁGICA, para diferenciar de
tragicomedia, no solo como término antiguo, sino como posición filosófica y
técnica dramática distinta.
METATEATRO
que se define por su visión del mundo con un teatro y de la vida como un sueño.
Otros
proponen el de FARSAS METAFÍSICAS.
Wellwarth
unifica el teatro de estos y otros
autores contemporáneos, como TEATRO DE PROTESTA Y PARADOJA, cuyas
características comunes se definen por una técnica semejante (la paradoja) y
una actitud común: la protesta, contra la condición humana o el orden social.
Es
el crítico inglés Martin Esslin,
quien propone la denominación de TEATRO DEL ABSURDO (por otra parte la más
difundida ya que es un teatro que tiene como tema lo absurdo de la condición humana, las profundas dificultades que
experimenta el hombre para vivir en un mundo desprovisto de absoluto, sin Dios,
desamparado en un mundo privado de sentido).
En
su estudio Esslin además trata de demostrar, que los movimientos de vanguardia no son nunca completamente
nuevos. Él ve en el teatro del absurdo un retorno a las tradiciones antiguas o
arcaicas, tales como el mimo antiguo, la commedia dell’arte, los bufones
medioevales, los personajes cómicos de Shakespeare, el surrealismo, el
music-hall, Chaplin, etc. En este
sentido coincide en cierta forma con Jan Kott, que en su obra Shakespeare
nuestro Contemporáneo, remarca que el teatro de Beckett, Ionesco y Adamov,
redescubre el grotesco Shakesperiano. Se ve así que con el tiempo, la crítica
da media vuelta y ya no habla de antiteatro sino de tradición.
Pero
el término de ABSURDO, tiene evidentemente connotaciones
con la filosofía de Camus y Sartre, ya que fue Camus quien en “El Mito de
Sísifo” le dio notoriedad. Por otra parte los nuevos dramaturgos rechazan esta
identificación, ya que si bien Sartre o
Camus, al igual que Beckett, Ionesco o Adamov expresan lo absurdo de la
condición humana, los dos primeros lo hicieron manteniéndose dentro de los
cánones del teatro tradicional, mientras que los últimos revolucionan el
lenguaje de ese teatro para expresar este absurdo a través de un lenguaje total, de un teatro total. Por otra
parte para los autores del nuevo teatro, el absurdo es inherente a la condición
humana, de todos y de cada uno, y, mientras
los héroes camusianos o sartrianos reaccionan mediante el compromiso ante este
absurdo, los personajes de Beckett, Ionesco o Adamov, lo hacen refugiándose en
la burla, en la Irrisión.
TEATRO
DE IRRISIÓN: término propuesto por Emmanuel
Jacquart, que por un lado carece
connotaciones respecto de los filósofos existencialistas, y por otro lado
sugiere la actitud que adapta el dramaturgo. Lo explica así:
IRRISIÓN:
del latín: derisio, deridere = burlarse
de. Y por definición:
1) Desprecio que incita a reír, a burlarse de
alguien o de algo.
2) Cosa insignificante, irrisoria.
Son
casi sinónimos: Ironía, sarcasmo, desdeño, burla.
Se
concluye así que la irrisión es una actitud que implica un juicio de valor
peyorativo o negativo, que se manifiesta por la burla, el desprecio, la
risotada.
Ionesco
mismo dice: “Mi teatro es un teatro de Irrisión. No es una sociedad, sino el
hombre el que me parece irrisorio”.
Y
Paul Vernois afirma: “el teatro de Irrisión funda el género irrisorio, risible,
amargo. Su dramaturgia no brinda al espectador, al hombre satisfecho de sí
mismo, la tranquilidad de conciencia que suscita la comedia cuando se burla y
satiriza a los despreciadores de una norma”.
En definitiva, el hombre sin fe,
sujeto a una condición humana inexplicable, se refugia en la burla, en la
ironía sobre sí mismo, en la irrisión.
LOS RECHAZOS DEL TEATRO DE
IRRISIÓN
Los
autores del teatro de Irrisión, con respecto del teatro tradicional, rechazan
lo siguiente:
1) RECHAZO DE LAS PREOCUPACIONES NO ARTÍSTICAS:
Rompen
con el compromiso, con el didactismo y la ideología determinada, ya sea ésta
religiosa como en Claudel, o filosófico-política como en Sartre o Brecht.
Sin embargo, debemos recordar que en
las obras de Adamov hay siempre una alusión a lo social, y su compromiso
definitivo, al final de su vida, con un teatro militante, marxista.
Tal
vez por ello, y para evitar todo tipo de identificación o parcialización, se
niegan a representar tal cual, cualquier aspecto de la realidad exterior. Adamov nos dice: “se escamotea la
realidad en pro de una eterna tierra de nadie”.
2) RECHAZO DEL NATURALISMO-REALISMO:
Este rechazo del naturalismo o
realismo no significa nada esencialmente nuevo, ya que viene desde Flaubert, Baudelaire, Proust, Gide, etc. y significa al igual que en los demás, la
concepción de que el arte no debe copiar la realidad, sino descifrarla,
interpretarla o trasformarla, que el papel del artista no es el de científico o
de fotógrafo convencional.
3) RECHAZO DEL PSICOLOGUISMO Y LA CAUSALIDAD:
Esto surge sobre todo como una
crítica a la fe ciega y algo inocente en el psicologuismo, existente desde el
siglo pasado.
Tampoco esto es nuevo ni en la
literatura ni en el teatro. Ya Sartre
aporta un cambio al rechazar el psicologuismo. Para él, el concepto de una
naturaleza humana inmutable no existe; solo existen ciertas SITUACIONES
UNIVERSALES.
Para el teatro de Irrisión, la
psicología no sólo no constituye ya el fondo de la obra, sino que tampoco
representa más el elemento formal, es decir, el principio de inspiración que
servirá para la composición del personaje y la trama de la pieza. Al respecto Ionesco dice: “Basta de enigmas a
resolver, sino lo desconocido e insoluble, un encadenamiento fortuito, sin
relación de causa efecto”. O sea: basta de causalidad. Y este rechazo de la
causalidad modifica la estructura clásica de la obra.
Pero todo esto no es gratuito ni
inconsistente en los autores del teatro de Irrisión. Ya los descubrimientos de Freud mostraron que un acto puede ser
motivado a la vez por el amor y por el odio, o sea por causas aparentemente
contradictorias. Ante esto la tradicional lógica aristotélica parece
insuficiente y simplista, rígida y aún arbitraria. Igualmente la teoría de la relatividad muestra que la
noción de causa puede estar viciada de error.
De esta forma, el Teatro de Irrisión
rechaza el mecanismo clásico de la intriga, con su “comienzo, desarrollo y fin
verdaderos”, así como el suspenso, las progresiones psicológicas y todas las
convenciones tradicionales de la composición. Se trata entonces de una
insurrección contra la lógica clásica, contra ese tipo de causalidad abusiva
que provoca una reacción en cadena. Para estos autores, la serie de acciones y
reacciones que establece la psicología tradicional en la composición de una
obra representa una simplificación, que excluye la contradicción aparente y la
pluralidad de causas.
En este rechazo de la intriga
tradicional, dice Humberto Eco, hay
el reconocimiento de que el mundo es un NUDO DE POSIBILIDADES que la obra de
arte debe tener en cuenta.
4) RECHAZO DEL TEXTO Y DEL TEATRO EXCLUSIVAMENTE
DIALOGADOS:
Los nuevos dramaturgos no creen ya
en un teatro cuya posibilidad de comunicación esté basada en la palabra. No
creen tampoco en la posibilidad de la palabra para transmitir adecuadamente las
expresiones más profundas del hombre. Creen además en la posibilidad y necesidad de un lenguaje
teatral propio (del teatro). Exigen por
lo tanto que el texto sea integrado a un conjunto más vasto: ruidos, juegos de
luces, de objetos y gestos, dentro del cual se establece a veces una ausencia
de relación entre la palabra y el gesto.
Todo esto constituye un lenguaje compuesto, pero específicamente teatral.
5) RECHAZO DE LAS CONVENCIONES USADAS EN EL PASADO:
Se rechazan del pasado una serie de
clisés y de convenciones esclerosadas.
Hay la intención de hacer que la forma y el fondo se correspondan.
Beckett decía refiriéndose a la obra de
Joyce: “Aquí forma ES contenido, contenido ES forma”.
Los autores de Irrisión rehúsan en
primer lugar los “trucos cómodos y
simplistas, tales como el “aparte”
(Beckett lo ironiza en Final de Partida),
la conversación oída al azar
por una tercera persona, el diario
íntimo y el tipo de exposición
tradicional. Rehúsan también
estructuras, que por muy usadas, parecen ficticias: los
clisés del lenguaje y de la situación (el adulterio, por ejemplo).
ESTILIZACIÓN
Resulta por lo tanto que cada pieza
del teatro de Irrisión plantea problemas específicos, y para expresarlos no
puede utilizar métodos convencionales, sino debe inventar sus propias reglas.
Sin embargo no puede llevar este nihilismo hasta el infinito y como toda forma
artística tiende a crear un estilo.
Los
nuevos dramaturgos deben someterse a ciertas reglas que hacen estilo. Así la exageración
caricaturesca en las obras de Beckett;
la exageración, el exceso, la acumulación en las de Ionesco, procedimiento sistemático en que todo es llevado al
paroxismo. Este teatro aparentemente irracional, emplea en realidad una técnica que consiste en exagerar ciertos
aspectos de la realidad con el fin de demostrar lo ridículo y absurdo de los
mismos. Esto constituye lo que Wellwarth llama técnica de la paradoja
(Teatro de Protesta y Paradoja).
Pero
lógicamente estos dramaturgos no pueden sustraerse a algunos principios
esenciales del teatro. Así en ellos también, como en toda obra teatral, la
pieza se basa en la NOCIÓN DE CONFLICTO, es decir en la existencia de
conflicto, pues si no carecerían de relieve los personajes. Sin embargo este
conflicto no debe necesariamente oponer los personajes entre sí, ya que puede
situarse en el interior de los mismos, o como en “Las Sillas”, oponer lo Ideal
a la Realidad.
Por
lo tanto, el teatro de Irrisión respeta las convenciones inherentes al arte
dramático, pero rechaza aquellas que se basan únicamente en la tradición, en
las soluciones hechas de antemano y en los procedimientos estereotipados.
LOS TEMAS DEL TEATRO DE IRRISIÓN
Luego de las dos grandes guerras, el
hombre tiende a replegarse en sí mismo, ya que ha perdido la fe en Dios, en la
ciencia (nuevos sistemas desplazan a otros), en la amistad, en la comunicación.
Toda esta serie de motivos, provoca tres grandes temas en el Teatro de
Irrisión: La soledad, el sufrimiento y la angustia, lo absurdo de la condición
humana.
Todo esto desde luego tiene
antecedentes en los filósofos existencialistas que definen como mal del siglo,
“la náusea”, “el absurdo”.
(Camus nos dice que el hombre vive en el mundo pero no lo entiende
ni entiende su propia situación en el mundo. Todo esto lo hace sentirse un
extraño, un “extranjero”, arrojado en un mundo que se le aparece como un
tremendo vacío. El hombre se engaña y
más o menos se conforma realizando una serie de acciones y tareas cotidianas
que le dan la sensación de alguna utilidad y de alguna posibilidad de compañía.
Decía Camus: “este divorcio entre el
hombre y su vida, entre el actor y su escenario, es la sensación del absurdo”. Pero aún
dentro de esta impotencia frente al mundo, solamente la rebeldía, la protesta del hombre, le garantizará su propia
aunque limitada afirmación).
Todo
esto denota cierta relación de los autores del Teatro de Irrisión con los
existencialistas, pero ya hemos explicado antes las diferencias de concepción y
sobre todo de reacción, ante el absurdo, de los personajes del Teatro de
Irrisión con relación a los personajes camusianos o sartrianos. Sin embargo,
como lo expresa a Wellwarth, Ionesco en sus últimas obras, se preocupa más por
la posibilidad de resultados inmediatos, aunque relativos, por la posibilidad
de la rebelión limitada y su esperanza.
1.
LA SOLEDAD: Tampoco es un tema nuevo en el teatro:
Sartre plantea en “Las Moscas” la soledad de Orestes, o Anouilh nos muestra la
soledad de Antígona. Pero si en los nombrados la soledad golpeaba (se hacía
consciente) en algunos seres excepcionales, en los nuevos dramaturgos es un mal
de CADA HOMBRE.
Pero
esta soledad, el teatro de Irrisión la comunica mediante el empleo de un lenguaje total, no sólo mediante el
verbo, el discurso, sino que golpea todos nuestros sentidos, de una manera casi
física, antes que la inteligencia la traduzca en abstracciones. En Beckett por ejemplo los personajes son
parias sin nexos con la sociedad y sin familia, perdidos en una especie de islas (Final de Partida). En Adamov, sus solitarios e incomunicados
personajes, sufren constantes mutilaciones (que en realidad son símbolos de su
aislamiento y cercenamiento espiritual). Ionesco
que insiste en la soledad y la incomunicabilidad, da a veces a esta soledad,
causas que no sólo son psíquicas o metafísicas, sino más bien sociales (el personaje de Bérenger en
“Rinocerontes” queda solo también por autodeterminación, por un alto sentido de
su individualidad y su razón de ser; él “no capitula”.).
Esta soledad intolerable, hace que
los personajes busquen diversas salidas,
pero en general estas no son coronadas por el éxito.
Las
posibles vías de salida son:
a)
La
Verborrea: Principalmente en algunos personajes
de Beckett o Ionesco, como si al hablar se supiera que se existe, y la
respuesta, aunque distinta, implica una resonancia. Así en El Innombrable de Beckett, aquel individuo
sin cuerpo, es casi solo una voz que monologa sin cesar, y que comienza
haciéndose las tres preguntas fundamentales: “¿Quién ahora? ¿Cuándo ahora?, ¿Dónde ahora?” (¿Quién
soy, en qué tiempo, dónde estoy?).
Pero la
verborrea sin embargo no es una solución, ya que cada uno está prisionero de
las ideas, de su ideal, de su idiosincrasia. Por lo tanto es imposible
coincidir con los otros.
Pero
siempre esta verborrea es preferible al silencio, aunque la respuesta no sea la
correcta o la esperada. En “Esperando a Godot”,
varias veces Vladimir se queja de los angustiantes silencios de Estragón: “Vamos Gogo, es
preciso que me devuelvas la pelota (me respondas) de vez en cuando”. Porque el silencio
lleva a la nada completa, y el hablar da al menos la seguridad de existir.
b)
La
Amistad:
es también una solución imperfecta
ya que los personajes no llegan a entenderse pero se necesitan y por lo
tanto no se separan (Vladimir a Estragón: “No me toques, no me pidas nada,
no me digas nada, ¡pero quédate conmigo!”
c)
El
Amor: También está condenado al fracaso
y sobre todo en las obras de Beckett,
deriva en una relación sadomasoquista, como la relación de Hamm y Clov en
“Final de Partida”.
Hamm:
¿Por qué te quedas conmigo?
Clov: ¿Por
qué me retienes?
Hamm:
No hay nadie más
Clov
: No hay otro lugar.
Es
también un fracaso o la imposibilidad del amor, la famosa escena del
desconocimiento – reconocimiento de los Martin en “La Cantante Calva”.
O sea que por todos estos caminos la
soledad desaparece en parte, pero es reemplazada por el sufrimiento. Un dolor
reemplaza a otro. Se patentiza la incomunicabilidad de los seres humanos. Ante
el fracaso de todos estos intentos, el hombre experimenta un profundo vacío.
2.
EL SUFRIMIENTO Y LA ANGUSTIA: Los
personajes del teatro de Irrisión se enfrentan al sufrimiento de la soledad, de
la incomunicación y a su conciencia de falta sentido en el mundo y del mundo.
Así en Adamov vemos su aislamiento,
su terror, sus permanentes mutilaciones; en Ionesco el vacío traducido en inutilidad del lenguaje, el
aislamiento y la incomunicación; en Beckett
aquellos largos monólogos o diálogos angustiantes, los males físicos como
signos de la mutilación espiritual.
“Los hombres mueren y no son
felices” afirmaba Camus a través de Calígula y
esta frase puede ser la divisa de los nuevos dramaturgos.
Los
personajes de Beckett quieren poner
fin a sus sufrimientos a través del suicidio, aunque el instinto de la vida sea
mayor que el de la muerte. Entonces esperan permanentemente esta muerte, el
“final de partida”, y expresan constantemente su angustia:
Final
de Partida:
Clov: (refiriéndose a
Nagg) Llora
Hamm:
Entonces vive. (Pausa) ¿Has tenido alguna vez un instante de felicidad?
Clov : No, que yo sepa
O este otro:
Hamm: ¿Y qué haces en la
cocina?
Clov : Miro la pared.
Hamm: ¿La pared?… ¿Y qué
ves en la pared?
¿Manes… (almas de
los muertos)?, ¿cuerpos desnudos?
Clov : Veo mi luz que muere.
Y
cuando Clov golpea a Hamm en la cabeza con el perro de peluche:
Hamm:
Si vas a golpearme, golpéame con el martillo, con el martillo o con el bichero.
Pero ni
siquiera esto es posible:
Hamm:
¡Colócame en mi ataúd!
Clov : No hay más ataúdes.
En Ionesco, los personajes tienen la
posibilidad de evadirse en lo fantástico o en el juego:
Las
Sillas:
La Vieja: Hemos sufrido mucho.
El
Viejo: Sufrido mucho y aprendido mucho.
La
Vieja: (como eco) Sufrido mucho y aprendido mucho.
3. LO ABSURDO DE LA CONDICIÓN HUMANA:
Tanto Beckett como Ionesco plantean que la
razón y el pensamiento lógico son inadecuados e insuficientes, por lo tanto
toda verdad se encuentra más allá de las posibilidades de la mente humana, y en
consecuencia la verdad es inaprensible. Pero como la razón es la única forma
posible de pensamiento, aunque inadecuada e insuficiente, de allí nace el
sentido e absurdo.
Como
lo expresa Jacquart, los personajes se sienten ARROJADOS EN EL MUNDO: se nace
sin quererlo, se sufre y se es mortal, por lo tanto el arquitema del teatro de
Irrisión es el tema de la condición humana. Afirmando que esta condición es absurda, juzgan la ausencia de
justificación y de significado de la existencia. Las preguntas candentes
que el hombre se plantea, quedan sin respuesta porque no pude haber respuesta
satisfactoria.
Las obras ionesquianas tratan del
absurdo de la naturaleza humana: el ser lleno de contradicciones, la familia
sujeta a las convenciones más grotescas, la sociedad engendrando histerias
colectivas y groseras ideologías.
Para Ionesco, por lo tanto, el absurdo
es sobre todo de origen social y psicofisiológico, Beckett, en cambio, plantea
un absurdo metafísico, que resulta no tanto de la naturaleza del hombre, sino
de su situación en el universo: “La vida es un largo viaje con destino a la
tumba”.
Ionesco, a través de Berenger l, lanza
este grito que resume la angustia ante el absurdo: (El Rey se muere) “Dios mío, por qué nací si no había de ser para siempre”.
Pero en el Teatro de Irrisión, lo trágico nunca está en forma pura, sino
asociado a la burla, a la irrisión. Entonces a diferencia de lo que sucede
con los personajes de Camus o Sartre, que deploran lo absurdo de la condición
humana y reaccionan por el compromiso, la rebeldía, en este nuevo teatro, los seres se refugian en la burla, en la ironía,
la irrisión.
Conscientes
de lo trágico de sus existencias, sin posibilidad de salida, se convierten en
espectadores de sí mismos o ironizan sobre su propio destino. Su vida es
absurda, privada de sentido, grotesca, entonces lo trágico y la irrisión se
imbrican. En “Final de Partida”, Nell dice: “Nada más gracioso que la
desgracia”.
Final de Partida.-
Para ejemplificar lo anterior, veremos
la obra “Final de Partida” de Samuel
Beckett.
En una habitación, especie de refugio o búnker,
sin muebles, todo iluminado por una luz grisácea, sólo se observan dos altas y
pequeñas ventanillas en los laterales (paredes) derecha o izquierda. Una puerta
de entrada. Colgado de una de las paredes, un cuadro dado vuelta, (¿la
imposibilidad de la ilusión aún en el
arte?). En primer plano a la derecha, dos grandes tachos de basura, cubiertos
por una sábana, una grotesca silla de ruedas; inmóvil al lado de la silla de
ruedas, Clov. Clov tiene un andar vacilante y dificultoso. Además, después sabremos que no puede sentarse, tal
vez algún problema articular, ya que si lo hace no volverá a caminar. Y luego
la primera escena, algo “payasesca”, pero aquello que transmite desde el
principio Clov, elimina las posibilidades de risa. Beckett fija el movimiento
de Clov, así:
“Mira
la ventanilla de la izquierda, con la cabeza tirada hacia atrás. Gira la
cabeza, mira la ventanilla de la derecha. Camina y se coloca debajo de la
ventana de la derecha. Mira la ventana de la derecha con la cabeza echada hacia
atrás. Gira la cabeza y mira la ventana de la izquierda. Sale regresa con una
escalerilla, la coloca bajo la ventana de la izquierda, sube y abre las
cortinas. Baja de la escalera y camina seis pasos hacia la ventana de la
derecha, vuelve para recoger la escalerilla, la coloca bajo la ventana de la
derecha, sube en ella y corre la cortina. Baja de la escalera y camina tres
pasos hacia la ventana de la izquierda, vuelve para recoger la escalera, la
coloca bajo la ventana de la izquierda, sube, mira por la ventana. Risa corta.
Desciende de la escalera, camina un paso hacia la ventana derecha, vuelve a
recoger la escalera, la coloca bajo la ventana izquierda, sube, mira por la
ventana. Risa corta”.
Luego
con gran minuciosidad, Clov se pone a ordenar la habitación: retira la sábana que cubre los dos tachos de basura,
en las cuales todavía encerrados, en esa especie de simbólicos ataúdes, duermen
Nagg y Nell (padres de Hamm). Luego retira la sábana que cubre la silla de
ruedas. Aparece entonces la forma humana de Hamm, la cabeza cubierta con un
pañuelo, un trapo en realidad, todo manchado de sangre. Hamm transpira sangre.
En los nombres de los personajes de
ésta y muchas otras obras de Beckett, los investigadores descubren una relación
simbólica del nombre con la actitud o significación del personaje. Así Hamm, provendría del inglés “hammer”,
que significa martillo; Clov, del
francés “clou”, clavo; Nagg, del
alemán “naggel”, clavo, y Nell del inglés, “nail” clavo. Nos
encontraríamos así con la alegoría del martillo que golpea sobre los otros tres
clavos; el rey y los peones en esta
especie de “partida final” de ajedrez.
Recordamos así también otros personajes de Beckett, como Watt, del inglés “what”, “qué”, que significaría la eterna pregunta
con relación a su antagonista, Knot,
del inglés “not”, “no”, la eterna respuesta, o más bien la eterna negación a
toda pregunta, la imposibilidad de respuesta.
Descubiertos
estos ataúdes donde yacen los restantes personajes de la obra, Clov se dirige a
proscenio y empieza a monologar con voz neutra:
“Terminó, se terminó, tal vez va a terminar” (es tal vez el final
de la partida) “Los granos se unen a los granos, uno a otro, y de pronto,
forman un montón, un pequeño montón, un imposible montón. (Pausa) Voy a
mi cocina, tres metros, por tres metros,
por tres metros, a esperar que me llame con
silbato”.
Cuando Clov sale, Hamm se mueve, se
quita el pañuelo de la cabeza y bosteza. Hamm es ciego y paralítico. Dice: “Ahora
me toca a mí (pausa) es mí turno
de jugar”, la partida que continúa y que llega tal vez a su fin.
La angustia se hace presente en medio
de toda aquella desolación, donde ya nada existe, ni en el mar (hacia donde da
la otra ventana) y donde el tiempo mismo parece haberse detenido.
Hamm: … ¿Qué hora es?
Clov : La misma de siempre
Hamm: ¿Miraste?
Clov : Sí.
Hamm: ¿Y?
Clov : Cero
Hamm: ¿No estás harto?
Clov : Sí (pausa) ¿De qué?
Hamm: De... de esta…cosa
Clov : Desde siempre (pausa) ¿Tú no?
O
cuando Hamm interroga a Clov qué hace siempre en la cocina, Clov responde:
Clov : Miro la pared.
Hamm: ¿La pared?. ¿Y qué
ves en la pared? ¿Manes,
Manes,
cuerpos desnudos?
Clov : Veo mi luz que muere.
Hamm:
Tu luz que…(risa) Mírame un poco y ya me hablarás de tu luz.
Los
personajes están en parejas. Se trata de luchar contra la soledad, pero son
distintos, cada uno con su mundo propio e igualmente vacío. Se odian pero
también se necesitan. Tal vez tratan de separarse pero es más fuerte la
necesidad y la costumbre:
Hamm: ¿Por qué te quedas
conmigo?
Clov : ¿Por qué me retienes?
Hamm: No hay nadie más.
Clov : No hay otro lugar.
O la
pareja de Nagg y Nell, los padres de
Hamm, los “malditos progenitores”, mutilados ¾ambos
carecen de piernas¾,
descomponiéndose físicamente día a día (aunque ya no hay más días), recordando
el pasado, el accidente en que perdieron las patas, ironizando sobre sí mismos,
refugiándose en la irrisión. Así Nell,
recordando ese accidente expresará: “Nada
más gracioso que la desgracia”. Y también la ironía sobre el mundo, en el
repetido cuento de Nagg sobre el sastre: “pero milord, milord, mire el
mundo… y mire… mi pantalón”
Pero la
ironía, la angustia, el absurdo de la condición humana surgen permanentemente:
Hamm: ¿No estaremos a punto
de significar algo?
La
respuesta burlona de Clov, la irrisión:
Clov:
¿Significar? …… Nosotros, ¿significar?.. . . ¡Eso si que es bueno!
Y en
aquel mundo muerto, donde ya no hay nadie ni nada, hay un refugio en el juego,
aunque repetido, en la irrisión. Así Hamm pregunta: “¿nadie llamó por
teléfono?”. Nadie porque no hay comunicación posible, y surge la desesperación:
Hamm: Pero ¿qué es lo que
pasa?, ¿qué es lo que pasa?
Clov : Algo sigue su curso.
Algo,
la muerte tal vez, el ansiado final de partida. Pero todo es muy lento, hay que
proseguir, continuar la comedia, la espera de la muerte, porque otra cosa no es
posible:
Hamm: ¿Por qué no me matas?
Clov : No conozco la combinación del aparador.
Y el
dolor, el dolor físico y moral que hay que tratar de amortiguar, en mundos o
paraísos artificiales. Hamm pide numerosas
veces, durante el transcurso de la obra, que Clov le dé su calmante, pero
todavía no es la hora. “¿Ya es la hora del calmante?”, a lo que sigue la
respuesta también reiterada de Clov: “No, todavía no”; hasta que finalmente:
Hamm: ¿Ya es la hora del
calmante?
Clov : Sí.
Hamm: Pronto. . . ¡dámelo
pronto!
Clov : No hay más calmante. Nunca más habrá
calmante para ti.
Como ya
no hay nada, ni ataúdes, ni ruedas de bicicleta, ni luz en la casa de la señora
Pegg, ni nada en el mar ni en la tierra, entonces Hamm, en su silla de ruedas
pide hacer su vuelta alrededor de la habitación, “la vuelta al mundo”, a su
mundo. Y así toca con las manos las paredes, pega el oído a los muros para
tratar de percibir lo que pasa más allá, pero “más allá es el otro infierno”,
es la muerte, y pide volver a su lugar en el centro exacto de la habitación, lo
más lejos posible de las paredes, lo más lejos posible del otro infierno. Pero
hay que buscar, y Hamm obliga permanentemente a mirar a Clov con su catalejo
por las ventanas que dan al mar y a la tierra, pero todo, como siempre, está “mortibus”, todo
está gris.
Hamm: ¿Es de noche ya?
Clov : (mirando) No.
Hamm: ¿Entonces qué?
Clov : (mirando) Todo está gris. (Baja el catalejo
y gira hacia Hamm, más fuerte) ¡Gris!. (Pausa. Aún más fuerte) ¡GRIS!
Hamm: (sobresaltado) ¡Gris!
¿Has dicho gris?
Clov : Negro claro. En todo el universo.
Y entre
todo esto, hay una especie de humor negro que resurge constantemente: “¿Nadie
llamó por teléfono?” o “¿Reímos un poco?”
Entonces la verborrea puede ser una
salida y Hamm se llena de palabras, narra reiteradamente a Nagg la “novela” que
está escribiendo. Nagg hace de público a cambio de una golosina. En ella
refiere la llegada de Clov, cuando niño, traído por su padre y suplicando algo
de pan para su hijo. Alguna terrible hecatombe ha sucedido en la tierra y los
que sobreviven buscan asilo. Hamm narra no despojado de cierta pedantería de
artista creador, puliendo el lenguaje,
redondeando frases y, a veces, haciendo precisiones del tiempo que se vuelven
grotescas y vacías, despojadas de importancia y realidad: “Hacía aquel día,
lo recuerdo, un frío extremo, cero en el termómetro”, y “Hacía aquel
día, lo recuerdo bien, un sol verdaderamente espléndido, el heliómetro marcaba
cincuenta”, y “... Hacía
aquel día, lo recuerdo, un tiempo excesivamente seco, cero en el higrómetro”.
Pero
tal vez, hay también en estas actitudes de Hamm, un fondo de ironía. Y con el
transcurrir del relato, los recuerdos, el dolor y la angustia lo invaden
nuevamente: “A todos los que yo hubiera podido ayudar” (Pausa) “¡salvar!”
(Pausa) “Salían de todos los rincones” (Pausa. Con violencia) “Pero ¡
piensen!, ¡piensen! Están en la tierra y
eso no tiene remedio” Y luego llega
la constatación ultima, definitiva: Hamm nunca estuvo allí, y eso es lo más
grave. “Nunca estuve allí... siempre estuve ausente. Todo se ha hecho sin
mí. No sé lo que ha pasado”.
Y por fin, realidad o alucinación
producto de una esperanza que a veces renace, Clov cree descubrir al mirar por
una de las ventanas a “alguien”, alguien
que está sentado, junto a la piedra levantada, y “mira su ombligo”. Alguien a
quien Hamm asustado, ordena eliminar, pero luego desiste. Y así aquella
posibilidad queda abierta, en toda su imagen de excepcional belleza. Tal vez
porque si Dios, “el cochino”, “no existe”, como dice Hamm, Clov responde: “No todavía”.
Esto desencadena el final, hay que
terminar, ellos han terminado, sin embargo Clov entregará este su último
monólogo:
“…Bien, esto no terminará nunca, yo
no partiré nunca. (Pausa) Luego un día, de pronto, se termina, cambia, no
comprendo, tampoco eso. Se lo pregunto a las palabras que quedan: sueño, despertar, noche, mañana. Ellas no
saben decir nada (Pausa.). Abro la puerta del refugio y me voy. Estoy tan
encorvado que no veo más que mis pies, y si abro los ojos, entre mis piernas,
un poco de polvo negruzco” . . . “Cuando caiga, lloraré de alegría”.
Clov saldrá sin conceder una “última
gracia”, la de taparle con la sábana a Hamm, y regresará preparado para partir,
con una maleta en la mano. Sin embargo no se irá, permanecerá callado, inmóvil,
mientras Hamm que se cree solo, se abandona momentáneamente a la desesperación,
llama a su padre Nagg, se despoja de sus utensilios, recita fragmentos de un
poema, llama a Clov, y, finalmente, saca su pañuelo ensangrentado y lo va
desplegando: “ya que esto se hace así” (despliega el pañuelo) “hagámoslo
así” (sigue desplegando) “y no hablemos más…” (termina de desdoblar
el pañuelo) “. . . no hablemos más”. ( Sostiene el pañuelo con los
brazos extendidos delante de él) “¡Trapo viejo!” (Pausa) “A ti
te conservo”.
Así
termina esta obra dura, descarnada sin concesiones. Una larga espera de la
muerte, una inacabable partida de cada personaje consigo mismo, un mecanismo de
partida de ajedrez como ven algunos y hasta una alegoría de la pasión,
sostienen otros. Pero sin duda, una obra conmovedora que sacude y trastorna al
espectador, donde la crueldad desnuda y una especie de acongojada ternura,
trascienden el espectáculo. Su exasperante inmovilidad exterior y el ritmo
interno, angustioso y sobresaltado, hacen de esta larga espera, de ese “algo
que sigue su curso”, una obra que atrapa y determina la participación, la
adhesión del público, que tal vez también intuye y siente las palabras de Hamm:
“El final está en el comienzo, y sin embargo se continúa”.
OTROS ASPECTOS DEL TEATRO DE IRRISIÓN.
Volvemos
al texto base de Jacquart, siguiendo las mismas líneas de su análisis.
Desdoblamiento:
El teatro de Irrisión es también innovador en cuanto al héroe tradicional,
aquel que representaba un punto de vista único e indivisible, que mantiene de
principio a fin una posición clara y definida. En el teatro de Irrisión el
personaje principal representa un doble punto de vista, en el que se
yuxtaponen LA CONCIENCIA QUE SIENTE Y LA
CONCIENCIA QUE SE JUZGA. Al modo subjetivo se imbrica el modo objetivo, la
percepción, no sólo la del yo, sino el yo que se desdobla en el Ello y lo
juzga. O sea que mientras se hace conciencia de lo absurdo de la condición
humana, y a la vez de la imposibilidad de encontrar una salida, este
sentimiento trágico se convierte en ironía e irrisión, cuando el ser se
contempla, cuando es espectador de sí mismo.
Algunos mecanismos de la Irrisión:
Adamov
hace surgir la Irrisión, principalmente de la situación. Crea una especie de contrapunto acercando y contrastando
los hechos y los acontecimientos. En “La Grande y la Pequeña Maniobra”, Erna,
la enfermera que era el sostén moral del mutilado y quién debía de devolverle
el gusto por la vida, se ingenia para torturarlo, y así cuando lo hace caer y
éste trata inútilmente de levantarse, le dice: “Vamos, un pequeño esfuerzo”.
Mientras en Adamov la forma es más
sutil, en Ionesco la irrisión y lo trágico cobran mucho más relieve. Todo es
más “marionetesco”, y es
característica de su teatro llevar las cosas a la exageración, a la ultranza,
a la caricatura, a la aplastante acumulación,
ya sea de palabras u objetos. Así en “Las Sillas”, el discurso de despedida del Viejo abunda en términos hiperbólicos y
superlativos:
“Majestad, mi mujer y yo mismo no tenemos
nada más que pedirle a la vida. Nuestra existencia puede concluir en esta
apoteosis . . . gracias al cielo que nos ha brindado tan largos y tranquilos
años. Mi vida ha sido bien colmada. Mi misión está cumplida. No habré vivido en
vano porque mi mensaje será revelado al mundo…”
La acumulación de términos detonantes y
exageraciones, termina por vaciar de
sentido las palabras. Pero además, lo expresado contradice los hechos por
la multitud de sillas vacías, porque ya entendernos de la larga serie de
fracasos que ha sido la vida de los dos viejos, porque el Viejo, cada vez que
menciona su mensaje que estará a cargo del Orador, hace gestos a éste. Pero el
Orador no lo advierte, o mira a otro lado. Este contrapunto de palabras –
actitudes, ES EL QUE RESALTA el
verdadero significado de los hechos, y la irrisión llega al colmo al final,
cuando luego del suicidio de los viejos, el Orador que tiene que dar el
mensaje, no puede decir una palabra, ya que es sordomudo.
O
sea que aquí también, como en Adamov, lo característico es Ironía de la situación: la afirmación se
opone a la entonación, la palabra al gesto (o inclusive la escenografía y utilería
a las actitudes de los personajes).
En Beckett
la irrisión se tiñe además de agresividad,
cinismo y amargura. Desacredita el amor, la religión, etc. Por ello recurre
frecuentemente a la desnaturalización de
frases célebres: Hamm, refiriéndose a Nagg: “Mi reino por un
zarrapastroso”. O esta otra: “andad y amaos. Lameos los unos a los otros”. Todo
este juego irónico lleva a la ruptura de
la ilusión teatral; el público sabe que lo que está viendo no es real, sino
teatro.
En
“Final de Partida” se hacen constantes referencias irónicas al lenguaje y a
términos teatrales. Clov al dirigir su catalejo hacía el público dice: “veo una
multitud delirante” También en Ionesco se rompen los momentos más trágicos por
medio de este mismo procedimiento: así en “El Rey se Muere”, Margarita anuncia
al Rey: “Vas a morir dentro de una hora y media, morirás al final del
espectáculo”. Se logra así una especie de distanciamiento.
LOS PERSONAJES
Los personajes de Adamov.-
En la obra de Adamov los personajes son
escasos, con gran predominio masculino, significando que la sociedad es
a los hombres a quienes confía el poder político, militar, administrativo o
religioso. Las mujeres aunque menos
numerosas, desempeñan también papeles
esenciales, pero encarnando las exigencias abusivas del Súper Yo (la madre) o
bien, la mujer en toda su feminidad, como la entiende Adamov, mezcla de amante,
redentora y sádica. En ambos casos se
perfila el arquetipo, el
autor trata de mostrar lo que él considera la esencia.
Adamov
se distingue además por su constante preocupación de reunir lo individual a lo
social, o sea que sus personajes son la
resultante de fuerzas psicofisiológicas y sociales, a diferencia de Beckett y
Ionesco, que enfocan el problema como una especie de fatalidad cósmica. Adamov,
además, desprecia el héroe central
clásico y lo reemplaza por varios personajes principales. Si este personaje
principal existe, tiene en general un fin absurdo e inútil, y es un ser débil,
tendiente una angustia existencial o al masoquismo, o es finalmente víctima de
la violencia sádica de los demás.
La
pareja está presente en casi todas las obras de Adamov, pero la relación
amorosa esta condenada al fracaso, porque Adamov, tal vez como un reflejo de su
propia vida, no cree en la simbiosis permanente, porque cada uno está demasiado
ocupado en sí mismo, en su alma, como para prestar verdadera atención al otro.
El amor no existe, y sólo las necesidades o los peligros reúnen a los seres.
Los
personajes de Adamov son también seres tremendamente solitarios y si se agrupan
lo hacen sin llegar a establecer verdaderos lazos efectivos. Se establece
entonces un diálogo entre sordos: las respuestas no tienen relación con las
preguntas planteadas, o el personaje sigue hablando mientras su interlocutor
permanece indiferente, o se marcha o ya se ha marchado. (Surge así también una
“ironía de la situación” donde se imbrican lo trágico y lo cómico.).
De “La Parodia”
EL
EMPLEADO que no ha notado la partida de Lilí:
No sé cómo agradecerle.
Ninguna Palabra puede expresar la alegría. . . A las nueve en punto frente al
Continental…. La esperaré todo lo que sea necesario. . . Cada instante lo
viviré en ti, mi gran amor”.
Ionesco y sus personajes:
Hay
sin duda varias etapas en la producción de Ionesco, desde sus primeras obras
netamente guiñolescas, pasando por sus obras de investigación de la conciencia
y de la conducta humana, o sus obras de indagación social.
Principalmente en la obra de su primera
etapa, los personajes son verdaderos antihéroes. Sin ser solitaria o ejemplar,
su acción se inserta en la banalidad cotidiana o en el mundo caricaturesco de
la farsa. Además, aparecen como víctimas ya que el grupo oprime al individuo,
el fuerte al débil, etc. Los personajes se desdoblan y sufren metamorfosis,
como en “El Cuadro” en que el pintor con aspecto de vagabundo se trasforma en
un bello príncipe o en “ Escena de Cuatro” se pasa de lo bello a lo grotesco, ya que la elegante y digna
Dama, pierde sucesivamente la cartera, la capa, las flores, la falda, un brazo
y luego el otro, una pierna y por último los senos.
Los personajes son en realidad
marionetas tragicómicas o puramente cómicas y que dan el aspecto de personajes
no reales, FALSOS. Entonces lo importante es considerar que el teatro de Ionesco no es un teatro de personajes sino de
SITUACIONES. Así por ejemplo, el personaje de Roberta en “Jacobo o La Sumisión”,
tiene tres narices y nueve dedos.
Ionesco rechaza los caracteres
psicológicos. Superficialmente, representan tipos humanos, o variantes de los
mismos: el jardinero, el panadero, el policía. Debido a su inconsistencia no
son más que los atributos que les brinda su máscara social: el profesor de “La
Lección” sólo ‘es” cuando desempeña su rol de profesor. Igualmente son tan
pobres de personalidad que son intercambiables, como los Smith y Los Martin en
“La Cantante Calva”. Pero debajo de esta máscara social Ionesco descubre la
otra realidad y los personajes pasan de ser tipos para convertirse en arquetipos. Son entonces
la transcripción de obsesiones y de fantasmas, de signos del inconsciente.
(Uscatescu)
Mientras
que en Adamov y Beckett, las parejas se presentan solitarias y aisladas, en varias
de las obras de Ionesco están insertas en el marco de la sociedad. En estos
casos son como marionetas que desarrollan la parodia de la pareja burguesa,
caracterizada por la futilidad de sus preocupaciones cotidianas y por lo
absurdo de sus conversaciones. En “Las Sillas”, ya nos encontramos con otro
tipo la pareja, pero aquí está empleada sólo como pretexto para describir la
condición humana. Ionesco cree en la posibilidad de los afectos, que no todo es
un diálogo entre sordos, sino que a la larga los afectos se deterioran.
Beckett y sus Personajes.-
Al igual que en Adamov, las obras son
de pocos personajes y con gran preponderancia masculina, pero ésta se debe a
que Beckett coloca al hombre como representante de todo el género humano y no
simplemente como un ser sexuado, o sea que hay una preocupación de
universalidad en sus obras. Son característicos los personajes de edad madura y
que aman evocar el pasado. Son también antihéroes pero mucho más profundos que los adamovianos
o ionesquianos. Son conscientes de sus males pero incapaces de eliminarlos, “incapaces
de actuar, prisioneros de su prisión sin barrotes” (P. Melese.).
Mientras
que los personajes ionesquianos son en realidad asaltados por seres y objetos
venidos de todos partes, los beckettianos no tienen casi ninguna relación con
el mundo exterior, viven siempre aislados, sin salida. Son además llenos de
enfermedades, llevan una vida vegetativa, son criaturas en descomposición. Pero
sus males físicos son en realidad símbolos de males espirituales. La relación
afectiva se establece siempre con una dualidad entre el amor o la ternura y el
odio. Así Hamm, llama a su padre “maldito progenitor”, pero recurre a él
llamándolo, en medio de la soledad. La dualidad de sentimientos se hace patente
en varias escenas:
Hamm: ¡Basura¡ ¿Por qué me
hiciste?
Nagg : No podía saber.
Hamm: ¿Qué? ¿Qué es lo que
no podías saber?
Nagg : Que saldrías tú.
Una
de las características más importantes es que los personajes beckettianos
aparecen agrupados de a dos, aun en “La Última Cinta” donde Krapp está apareado
consigo mismo. Pero estos agrupamientos son de seres distintos o hasta
antitéticos, pero complementarios, indispensables el uno con el otro. Su
amistad es como “la amistad de un par de manos”, que actúan juntas, se
colaboran, que se enfrentan a las mismas situaciones y desde siempre están
Juntas. Así por ejemplo, Vladimir y Estragón, en “Esperando a Godot”, hacen
como cincuenta años que están juntos, y aunque intenten separarse no lo logran.
Y estos seres son complementarios porque juntos tal vez completan uno. Se dice
que ellos representan las dos actitudes fundamentales, las dos formas de
encarar la existencia: o la
inteligencia y el corazón, o la madre y el hijo, o la actitud femenina y la
masculina. Estos seres, además, no pueden abandonarse ya que su unión es
también una defensa contra la soledad. Esta sensación de complementariedad, es
tal vez la que crea sentimientos ambivalentes:
Hamm; ¿Por qué
te quedas conmigo?
Clov :
¿Por qué te quedas conmigo?
Hamm: No hay
nadie más.
Clov : No hay otro lugar.
O
también esta dependencia de traduce en una relación amo–esclavo.
Hamm: No te daré
más de comer.
Clov : Entonces moriremos
Hamm: Te daré
justo lo necesario para que no mueras.
Siempre tendrás hambre.
Clov : Entonces no moriremos.
Los
personajes de Beckett hablan y hablan para sentirse vivos, para matar el
tiempo, y en realidad parecen ser, en definitiva, la repetición de un solo
personaje, de una sola idea que se va concentrando y desnudando cada vez más en las obras de Beckett.
A
diferencia de los personajes ionesquianos que son como máscaras o caricaturas,
y que por lo tanto producen esa sensación de no ser reales, los personajes de
Beckett son reales y próximos, y permiten la identificación.
Porque
aun ante lo más brutal, después de la
perversidad, emana de cada obra una desolada ternura.
En Resumen: Los personajes de Adamov
son neuróticos, mutilados, alegorías fantasmagóricas. En Ionesco, marionetas
siempre imprevisibles en un mundo irreal. En Beckett, pordioseros intelectuales,
payasos, enfermos. Pero todos son seres anormales, seres límite.
LA
TÉCNICA DE COMPOSICIÓN
Para
la expresión de sus ideas los nuevos dramaturgos rechazan los modos
tradicionales y emplean también un lenguaje nuevo, un “lenguaje escénico”, en
el cual el texto, la iluminación, la
escenografía y todo los elementos accesorios se conjuntan para revelar el
verdadero sentido de lo que se quiere expresar.
Igualmente la técnica de composición
clásica, es cambiada, aunque lógicamente, hay algunos principios que se
mantienen.
Para Aristóteles, LA ACCIÓN constituye
el alma de la tragedia, y se divide en comienzo, desarrollo y fin. Se establece
por lo tanto una PROGRESIÓN.
Para
que haya PROGRESIÓN DRAMÁTICA, Oscar Brockett define: exista o no un CONFLICTO,
la acción de la obra debe PROGRESAR, las escenas debe presentar un interés
creciente en vez de decreciente. Este efecto se obtiene revelando UN NUEVO
ASPECTO PSICOLÓGICO, AUMENTANDO EL SUSPENSO (se percibe que el momento decisivo
se aproxima) O AUMENTANDO LA INTENSIDAD EMOTIVA”.
El teatro de Irrisión abandona tres de
estos aspectos cruciales: El Conflicto Evolutivo, Las Revelaciones
Psicológicas, y el Suspenso Creciente. Sólo sobrevive LA PROGRESIÓN y bajo una
forma poco ortodoxa: la transformación de los personajes es repentina, sin causas, no motivada y
llevada al paroxismo.
LA PROGRESIÓN se mantiene ya que basta
que haya un principio y un fin para que la progresión exista. Y aun si ésta
parece nula, y por el “principio de la
circularidad”, la situación final es igual a la del principio, algo ha pasado.
Aunque falten la continuidad y la unidad, la progresión existe.
Veamos como ejemplo “Esperando a Godot”: Desde el principio está aparentemente desprovista de sentido.
Estragón durante un buen tiempo está tratando de sacarse el zapato que le
lastima. Luego vienen una serie de escenas, aparentemente sin ninguna relación
ni nexo. Aparecen, Pozzo, Lucky y el mensajero, pero luego, como antes, el
proceso continúa de la misma forma hasta el fin. Los personajes, charlan,
cantan, dicen lo que se les ocurre, y la cosa parece no conducir a nada,
inclusive uno de los personajes dice; “No
pasa nada, no viene nadie, nadie se va, es terrible.”
Vista
desde una perspectiva aristotélica, la obra no tiene nudo, ni acción ni
desenlace. Pero a partir del segundo acto se advierten una serie de cambios que
se han producido muy sutilmente: el árbol marchito del primer acto, está ahora
lleno de hojas (aunque aparentemente sólo ha transcurrido una noche), y la
relación entre Pozzo y Lucky prácticamente se ha invertido. Estos dos hechos
aparentemente sin interés, se vuelven un motivo de intriga e interés ya que se
han producido sin motivación, sin relación causa-efecto, lo que los hace
enigmáticos. Los cambios afectan también a los personajes, hay progresión ya
que sus males se han agravado. Pozzo, antes un amo arrogante, es ahora un
desecho humano, se ha vuelto ciego y es conducido por Lucky. Además existe lo
enigmático que, al acrecentarse permanentemente, se constituye en un
elemento de progresión dramática. El espectador se pregunta: ¿Quién o
qué es Godot? ¿Vendrá por fin? ¿Quiénes son los niños mensajeros? ¿Qué
representan Pozzo y Lucky?, etc. Las
peripecias de la acción son reemplazadas por las peripecias del sentido, por la
falta de sentido lógico, de la relación causa – efecto en los cambios. Y
estos enigmas al hacerse más frecuentes y más “urgentes” hacia el final de la
obra, dan la impresión de intensificación y evolución. En esta obra la progresión dramática depende de lo
enigmático, de la evolución de los personajes y de la transformación de las
situaciones.
En la obra ionesquiana se percibe
también claramente la progresión, ya que por ejemplo, “La Cantante Calva”,
comienza por una anomalía y termina en algo completamente fantástico. Por lo
tanto, hay una progresión de un sentido parcial al no-sentido total. Y en casi
toda su producción, esta característica se acompaña también de la progresión
rítmica y evolutiva, ya que el tiempo se va acelerando cada vez más y simultáneamente
se incrementa la emoción de los personajes, de manera que el desenlace coincide
con el paroxismo. Recuérdese la gran intensificación del ritmo, de la
emotividad y de las situaciones y parlamentos sin sentido al final de “La
Cantante Calva”.
El sentido de progresión en los personajes, tanto en Beckett como en Adamov, se
da por el acrecentamiento de sus males, mientras que en Ionesco, por una caída
del no-sentido parcial al no sentido total. O sea que los personajes siguen una
curva descendente.
En el siguiente cuadro, también
elaborado por Jacquart, se establecen las diferencias más importantes entre el
teatro tradicional y el teatro de Irrisión:
TEATRO
TRADICIONAL
|
TEATRO DE IRRISIÓN
|
La
Progresión se basa en el Principio de Causalidad (psicología
convencional). Hay una progresión lógica en el sentido Aristotélico.
|
Se rechaza la lógica aristotélica por
simplista y artificial. Se rechaza el
Principio de Causalidad.
|
Se
inspira en la estética grecolatina de la armonía. Se busca un orden armonioso.
|
Se
construye una estética incorporando el azar, lo que implica yuxtaposición y
aún contradicción.
|
Se cree en la existencia de Reglas de
Composición (exposición, nudo, desenlace)
|
No se
cree en recetas. Cada obra es un caso particular y requiere su propia
solución.
|
En
cierta forma hay correspondencia entre la forma y los principios
estructurales en los que reposa.
|
Hay
también correspondencia entre
entre la forma y los principios
estructurales en los que reposa.
|
La progresión contínua y lógica
refleja la creencia en un universo que obedece a leyes racionales y en el que
hay poco lugar para lo desconocido e indeterminado.
|
Si el
desarrollo de la obra no es totalmente racional sino más bien ilógico, se
debe a que la situación del hombre en el mundo no está controlada por la
razón sino por el absurdo.
|
Se debe destacar también, que el Teatro
de Irrisión tiene un profundo sentido de PUREZA
TEATRAL, es decir de búsqueda de lo teatral puro. Esto lo procura por:
a)
La búsqueda de la abstracción: Se
trata de eliminar las “impurezas” en lo que a teatro se refiere. En esto imita
a otras artes que eliminaron una serie de criterios que las regían. Así, la
pintura que deja de lado lo figurativo y las proporciones; la música que
abandona la armonía; la literatura, la causalidad y la estética tradicional. O
sea que con el abandono total o parcial de estos principios, se busca separar
los elementos contingentes o estereotipados. Así también el teatro substituye
en gran parte los viejos principios por la abstracción,
por una técnica de composición autónoma
que se rige por leyes internas que no siguen un plan o patrón preestablecido, y
que reposan principalmente en la emoción
y lo subjetivo.
b)
La búsqueda de la especificidad: Se busca lo específicamente
teatral, desplazando la preponderancia de la palabra y buscando impactar más
a través de los sentidos, tomando incluso técnicas del music-hall y del
circo.
c)
La búsqueda de lo inédito: Modelando, por ejemplo, la
estructura de una obra sobre la base de un sueño. La ausencia, en el sueño, de
estructuras lógicamente ordenadas, favorece en el Teatro de Irrisión, una progresión
por la imagen.
LA ESTRUCTURA CÍCLICA
La obra termina como comenzó, o sea
el desenlace presenta lo mismo que el principio. Esto no es un simple elemento
arquitectural sin sentido, sino que, por el contrario, es significante dentro
de la correspondencia entre el fondo y la forma, constituyendo también parte de
ese “lenguaje total”. Significa que la existencia no es más que un eterno retorno y sin solución.
Recordemos que, por el
contrario, el teatro tradicional basado en las Leyes Aristotélicas, tiene un
comienzo, un desarrollo y un fin, todos lógicamente encadenados, siendo cada
cosa efecto de la causa anterior. Además, el principio y el fin deben estar
opuestos de acuerdo a las leyes de la
polaridad y de la contradicción.
CONTRAPUNTO TRAGICÓMICO – CÓMICO
Hay en el teatro de Irrisión, una
especie de juego de oposiciones o de elementos opuestos que crean un verdadero contrapunto: así, la oposición de
palabra–gesto, música–danza, significación de una frase y su entonación, etc.
Hay, en este caso, una evidente discordancia entre la forma y el fondo, pero
con el propósito de resaltar más lo que se quiere significar. Ionesco propone: sobre la base de un texto dramático un juego
(actuación) burlesco, sobre la base de un texto burlesco un juego dramático.
Veamos ejemplos de este juego de
oposición:
“La
Parodia” (Adamov): El periodista llama a Lilí
que responde: “voy, voy” y sale por el lado contrario del escenario.
“La
Cantante Calva” (Ionesco): El reloj toca diecisiete
campanadas y la señora Smith remarca: “¡Caramba!, son las nueve”.
Entre las técnicas de contrapunto del
teatro de Irrisión, la de mayor significación es la de la oposición de lo trágico–cómico.
En estas obras no se trata como en
la tragicomedia antigua, de una tragedia con final feliz, ni de otro tipo de
obra en que lo trágico y lo cómico están presentes pero netamente separados,
como en el drama romántico. Aquí se trata de lograr una verdadera fusión de
ambos opuestos llevándolos al máximo y lográndose así que, por oposición,
resalten los opuestos.
Esta fusión de lo trágico y lo
cómico permite, por otra parte, echar mano de una serie de elementos como los gags,
el empleo de gestos diversos, etc., y logra una exaltación del aspecto lúdico
teatral. Asimismo, en este juego de contrapunto, la oposición palabra–gesto,
por ejemplo, logra que el gesto se incorpore como un elemento estructural más,
al igual que la palabra.
Llevando lo cómico hasta el paroxismo,
suele surgir lo trágico, ya que lo cómico, puede provenir, como en la farsa, de
la miseria humana. La caída de un personaje, por ejemplo: basta acentuar esta
miseria que en principio causa risa, para que lo trágico surja.
Enmanuel Jacquart concluye
remarcando: el Teatro de Irrisión no se
dirige exclusivamente al intelecto, sino sobre todo a la sensibilidad. Se trata
menos de decir que de hacer sentir. En lugar de convencer con argumentos
conceptuales sobre el absurdo, se suscita la sensación misma de absurdo. Es una
forma de materializar el concepto en el
espacio.
“Las
Sillas”, de Ionesco, puede servir de ejemplo:
Dos ancianos, un hombre y una mujer,
casi centenarios, viven en una especie de torre, en una isla. (Desde acá ya
remarcamos la soledad, el aislamiento, la falta de relación con el mundo). Su
andar, sus gestos y su hablar son pausados y cansinos. Sus diálogos
intrascendentes y casi sin sentido (se revela así el tiempo y su efecto
devastador). En medio de sus recuerdos el Viejo se pone a llorar y llama a su
madre; la vieja lo consuela y apaña como
si fuera realmente su madre (doble juego que significa un retroceso en los
años, una vuelta atrás). La vieja expresa que él es muy capaz, y que si hubiera
querido hubiera podido ser “presidente en Jefe”, “Rey en Jefe”, “General en
Jefe”, “Doctor en Jefe”, etc., etc.,. (De todo esto que hubiera podido ser y
que no es, de toda esa capacidad que no es, se evidencia que en realidad se
está ante una vida plena de fracasos y
soledad. Esto se “percibe” más allá de lo que dice el texto).
Pero
el viejo debe dar un mensaje, un mensaje a toda la humanidad y esto lo
tranquiliza y lo afirma, un mensaje que significará, tal vez, su trascendencia.
Para ello ha invitado a numerosas personalidades, las más destacadas,
incluyendo al emperador. Y como no tiene facilidad de palabra, a un
Orador, quien será el encargado de
transmitir el mensaje.
Los
invitados aparentemente van llegando. Suena el timbre y van a recibir al
primero. Abren la puerta, hablan y hacen pasar a alguien, pero no entra nadie.
Es decir que no entra nadie pero ellos actúan como si realmente hubiera llegado
una persona. Conversan con él, y le traen una silla para que se siente, para
que se quede a escuchar, más tarde, el mensaje. Luego llaman a la puerta por
segunda vez: se repite lo mismo, no entra nadie pero ese asistente imaginario
es agasajado e invitado a sentarse en una silla
que le traen, y que por supuesto queda vacía. Y así sucede numerosas
veces con la llegada de imaginarios invitados, y el ritmo crece de una manera
dislocada, hasta el paroxismo.
Los
gestos y actitudes de los viejos son ahora totalmente cómicos, el tiempo se
acelera, mientras la escena se va poblando de cada vez mayor cantidad de
sillas, hasta que ya no cabe nada ni nadie, los viejos están casi aplastados
por esa multitud invisible (la acumulación
es otra de las características del teatro de Ionesco) y su actividad se ha
vuelto febril. Hasta que finalmente llega, supuestamente, el mismo emperador,
también invisible o imaginario, y ya está todo listo para entregar el mensaje
pues también el Orador acaba de llegar. Pero el Orador sí es una persona
visible y real. (Entre toda la acumulación de sillas y las actitudes de los personajes
se materializa en el espacio el concepto
de ausencia, se hace sensible el
concepto de soledad, se siente; de lo cómico y circense de la acción de
trasladar sillas, y de hablar con ellas
como si estuvieran ocupadas, resulta lo trágico, por la materialización de esta
ausencia. Lo cómico resalta lo trágico.). Gritando “vivas” al Emperador,
concluida su misión, satisfecha en vida a la cual “ya no tienen nada más que
pedirle”, los viejos se suicidan arrojándose por la ventana. Al Orador le toca ahora dar el mensaje. En el
colmo de la ironía, de la irrisión, éste empieza a gesticular pero no puede
emitir palabra, sino simplemente una especie de gruñidos, ya que es sordomudo. (En
medio de esa nada, nada puede ser comunicado).
ALGUNOS
OTROS ASPECTOS:
En busca del Lenguaje Total.-
Ya
hemos visto cómo la palabra, como único medio de comunicación teatral, pierde
valor en el teatro del absurdo o de irrisión. Al no haber dialogo, ni
transmisión de contenidos, la palabra hablada se transforma en verborrea.
Mientras
que en Beckett el lenguaje hablado no es en realidad objeto de irrisión,
sino que se mantienen en cierto modo las
formas y aparecen de pronto verdaderos arrebatos poéticos, en Ionesco el
lenguaje oral es totalmente desnaturalizado y destruido, vaciado de contenido
por diversos procedimientos y reemplazado por sonidos guturales, ruidos,
maullidos. Se dicen sólo sílabas o letras aisladas que ya no quieren decir nada
o que, por el contrario, se cargan de significado (como en el final de “La Cantante Calva”), o el
lenguaje se vuelve autónomo, sigue sus propios mecanismos, como en “La
Lección”.
El
Juego Escénico puede complementar o ilustrar lo que sugiere el diálogo, o más
bien contradecir lo que dicen las palabras, o sea “Actuar en contra del texto”, ya sea para buscar nuevas
significaciones o para “distanciar” en los
momentos de mayor carga emocional. También la actuación suple al texto,
lo reemplaza a través de la mímica. La palabra no alcanza o expresar o se vacía
de sentido, no es más que un ruido, y el sentido viene por la acción.
Acciones
y juegos tomados del circo, del ilusionismo, del music hall y del teatro de
sombras, complementan el juego escénico, así como la escenografía, la utilería,
la iluminación, los efectos especiales, todos cargados de significación y
contenido. Los elementos se integran a la acción. Así el amor que muere, la
relación que se deteriora permanentemente, está materializada en aquel “Delirio
a Dúo” de Ionesco, primero a través de
los insultos y cachetadas entre la
pareja, y más tarde por la destrucción paulatina de la escenografía: las
paredes se rajan, los vidrios se rompen, todo se va desarticulando, se oyen
explosiones y tiros dentro de la casa, y la protagonista también expresa su
ansiedad y su necesidad: “tengo sed, tengo hambre”. Pero es sed y hambre
de amor. Y cuando los personajes deciden arreglar su situación, se preguntan
qué pueden hacer para arreglar la casa.
PROYECCIONES
DE UN TEATRO.-
Claude
Abastado nos transmite estas palabras de Ionesco: ‘En el teatro no son las
ideas las que permanecen, porque todas las ideologías finalmente se vuelven
obsoletas y son sobrepasadas. Lo que queda, son las pasiones, los personajes,
las ideas tal vez, pero aquellas vividas, las que se han hecho carne y sangre. No
son las ideas filosóficas de Shakespeare las que nos interesan, sino la pasión
de Hamlet, o de Macbeth o la del Rey Lear”.
Se ha insistido mucho en el carácter
elitista e intelectual del teatro de Beckett y Ionesco, (mientras ellos hablan
de pasiones) y Georges Luckacs por ejemplo, al referirse a Beckett, habla de
‘la alienación completa del hombre”, como una de las tendencias del mundo
capitalista.
Se
dice que el teatro de Beckett goza de bastante popularidad en Alemania y se nos transmite o conocemos por experiencia
directa, de las reacciones de distintos públicos.
Pero hay una anécdota que nos
refiere Martin Esslin en su libro ‘El Teatro del Absurdo”, que nos parece
destacable. Se trata de la presentación de “Esperando a Godot’ en la cárcel de
San Quintín, ante cuatrocientos condenados a trabajos forzados, a cargo el
grupo Actor’s Workshop de San Francisco. Se presentaba aquella obra que había
producido polémica y hasta escándalo en Europa, por lo tanto no había de
sorprenderse que los actores y el director, Herbet Blau, sintieran aprensión.
¿Cómo enfrentar al público más coriáceo del mundo con una pieza intelectual,
eminentemente oscura…?
Se levantó el telón y comenzó la
obra frente a un público que estaba dispuesto a burlarse y divertirse con un
espectáculo del que, lógicamente, no sabía de qué se trataba… “un trío de
hércules con bíceps protuberantes. . . aguardaban la entrada de mujeres y se
aprestaban a reír”. Pero como no aparecen mujeres en la obra decidieron
“esperar para salirse cuando las luces se apagaran. Cometieron un error, escucharon miraron dos minutos de más, y se quedaron.
Sólo se retiraron al final. Todos temblaban.” De principio a fin, la obra y sus
actores “tuvieron sin aliento a su público de prisioneros. . .
Uno de
los presos habría dicho a un reportero
del San Francisco Chronicle: “Godot es la sociedad”, y otro: “Es el mundo
exterior”. . . Se dice que después de Godot los personajes de la obra y algunos
giros de sus frases se integraron al argot y a la mitología propia de San Quintín. Hay, a
través de esta anécdota, un motivo de reflexión sobre la validez de este teatro
que impacta a través de “la pasión” y la sensibilidad.
Es
cierto que en la producción de Ionesco hay etapas bastante diferentes, entre
ellas, una de obras de “advertencia social” (la expresión es de Wellwarth) que
incluiría “El Asesino sin Gajes” y “ Rinocerontes”. Veamos rápidamente esta
última:
De pronto, un día en un pueblo, ante
los parroquianos que están sentados a las mesas de un café, pasa un
rinoceronte. Entre ellos están Jean y Bérenger. Berenguer, mal vestido, poco
pulcro, despreocupado, es el bebedor
simpático, el que llega tarde al trabajo. El otro, Jean, es todo lo contrario:
la puntualidad, la pulcritud, la disciplina; es el tipo que sigue un cronograma
permanentemente, el que ese domingo dormirá la siesta porque está en su
cronograma y porque no hay que cambiar lo planeado. Jean aconseja a Bérenger
para que sea mejor, le hace sentir su superioridad.
En otra mesa, estableciendo un
diálogo contrastante con esta primera pareja, se hallan El lógico y un viejo.
Ionesco recurre nuevamente al lenguaje y lanza advertencias. El lenguaje puede
distorsionar todo, y bajo las apariencias de la lógica, que se expresa a través
del lenguaje, se puede demostrar cualquier cosa, cada cosa o su contrario, y
así matar la espontaneidad, lo instintivo, lo más puro de la vida.
Estos parlamentos lo demuestran:
El Lógico: He aquí un silogismo
ejemplar. El gato tiene cuatro patas.
Isidoro y Fricot tienen cada uno cuatro
patas.
Por lo tanto Isidoro y Fricot son gatos.
El Viejo: Mi perro tiene también
cuatro patas.
El Lógico: Entonces en un gato.
La
aparición del rinoceronte provoca la indignación de Jean y de los parroquianos.
Es el colmo, qué hacen las autoridades. Pero al cabo de un rato, otro rinoceronte
pasa y aplasta un gato. El hecho se
comenta, se convierte en el tema de todos, hay indignación general.
Poco a poco, pero cada vez con mayor
frecuencia, aparecen más rinocerontes. La gente comienza a metamorfosearse y
muchos se transforman en rinocerontes: la epidemia de rinoceritis se ha
declarado. Al principio hay temor y aprensión. Jean es uno de los primeros en
transformarse, pero le van siguiendo todos, uno a uno. Y entonces se va
volviendo grato ser rinoceronte. Es más cómodo, es más seguro, es más común.
Los rinocerontes son ahora (así piensa
la gente) bellos, fuertes, son mayoría. En parte el instinto gregario y sobre
todo los argumentos, o más bien las palabras, demuestran que es mejor ser
rinoceronte.
Finalmente
la metamorfosis es general, afecta a todos.
En medio del temor, sólo quedan Bérenger y Daisy, su novia. Pero Daisy
ya no siente el amor, ya no quiere ser
con Berenger la pareja que regenere la humanidad. Ahora para ella los
rinocerontes son bellos, son fuertes, son “dioses”.
Daisy: Tengo
un poco de vergüenza de aquello que tú llamas amor, ese sentimiento mórbido,
aquella debilidad del ardor, la energía extraordinaria que se desprende de
todos esos seres que nos rodean.
Daisy
También se metamorfosea y sólo queda
Berenger que duda, se siente solo, se siente un monstruo y finalmente se asume.
Mientras
las paredes se deshacen a su alrededor toma su fusil y grita:
“¡Contra
todo el mundo me defenderé, contra todo el mundo me defenderé¡ ¡soy el último
hombre y seguiré siéndolo hasta el fin¡ ¡yo no capitulo¡”
Es conocido el hecho y Ionesco mismo
lo ha declarado, que se inspiró para esta obra en el proceso de nazificación
que sufrió su país, Rumania, a partir de
1933, Proceso al que él se resiste y no se deja convencer por los acólitos del
régimen. Entonces vemos en esta obra una denuncia y la expresión de angustia ante toda masificación. Un
alegato por el hombre, un alegato humanista, una defensa del individuo ante las
deformaciones monstruosas que pueden acontecer en los pueblos. Pero el terreno
fecundo para ellas se da en el egoísmo, la mediocridad, la indiferencia a lo
que sucede a los demás, la deshumanización, el conservar sus prerrogativas, sus
gangas, sus empleos a toda costa. Y Jean, el de la vida programada, el de los
cronogramas, es uno de los seguros candidatos a ese tipo de deformaciones.
Asimismo es candidato el que hoy está peligrosamente con unos y mañana más peligrosamente con los contrarios. Y el
Lógico, el que posee el poder de la lógica y la palabra, a través de cual se
vierte el veneno, se trasmite la epidemia. Y el gremio de los indiferentes y
temerosos, los que aceptan todo, los que aprueban encantados o atemorizados las
palabras del ideólogo de turno. Los que simplemente acatan. Los que no pueden
hacer nada por su cuenta porque sólo reciben órdenes. Los que se han ido
castrando, los que han ido ahogando sus sentimientos y sus impulsos, los
obsecuentes.
Hay
aquí una ferviente defensa del ser humano y de su libertad, de su derecho de elegir, de amar y soñar, del derecho a la
rebeldía contra toda forma de opresión.
Esta obra estrenada en 1959 en
Alemania, significó la consagración definitiva de Ionesco. Se presentó en casi
todo el mundo con extraordinario éxito.
Genevieve
Serreau, en su “Historia de Nouveau Theatre” dice: “La rinoceritis, está bien
claro, no se limita sólo a la nazificación; todo totalitarismo de derecha o de
izquierda está comprendido en ella y, en términos más generales, todo
conformismo. Los soviéticos se percataron de ello perfectamente, cuando, deseosos de presentar El Rinoceronte
en Moscú, pidieron al autor que retocara el texto de tal modo que el nazismo
apareciera como la única interpretación posible de la rinoceritis. Ante la
profunda negativa de Ionesco, renunciaron a presentar la obra”.
Finalmente
me parece interesante incluir un fragmento de las declaraciones de Roger Brin,
director y actor de las obras de Beckett, según lo cita Pierre Melese en su
libro “Beckett”.
“Beckett
considera como irrisorios, tomados en conjunto, los esfuerzos humanos para
escapar a la muerte, pero el pequeño trabajo, el pequeño coraje cotidiano –que
ocupan gran parte, por ejemplo, en Oh los Días Felices– constituyen la única
cosa para él, para él sólo cuenta esa especie de trabajo de Sísifo”.
·
Artaud, Antonin: “El Teatro y su Doble” – Editorial Sudamericana – Buenos
Aires.
·
Beckett, Samuel: “Esperando a Godot” y “Final de Partida” – Barral Editores –
Madrid.
·
Beckett, Samuel: “La Última Cinta” y “Acto sin Palabras I” – Aymá Editora –
Barcelona.
·
Beckett, Samuel: “El Innombrable” – Alianza Lumen – Madrid.
·
Beckett, Samuel: “Final de Partida” y
“Acto sin Palabras I” – Ed. Nueva Visión – Buenos Aires
·
Camus, Albert: “Calígula” “El Malentendido” – Le Livre de Poche – Paris.
· Camus, Albert: “Le Mythe de Sysiphe” – Paris.
·
Croyden, Margaret: “Lunáticos, amantes y poetas – El Teatro Experimental
Contemporáneo”. Ediciones Las
Palabras- Buenos Aires.
·
Clurmann, Harold: “El Teatro Contemporáneo” – Ed. Troquel – Buenos Aires.
·
Ionesco, Eugene: “Rhinocéros” – Folio N.R.F. – Gallimard – Paris.
·
Ionesco, Eugene: “Le Roi se Meurt” – Folio N.R.F. – Gallimard – Paris.
·
Ionesco, Eugene: “Diario” – Guadarrama. – Punto Omega – Madrid.
·
Ionesco, Eugene: “Théatre” – N.R.F. – Gallimard – Paris.
·
Ionesco, Eugene: “Notas y Contranotas” – Ed. Losada – Buenos Aires.
·
Jacquart, Emmanuel: “Le Théatre de Dérision”
– Idées Gallimard – Paris.
·
Jarry, Alfred: “Ubu Rey” – Centro Editor de América Latina – Buenos Aires.
· Lalande, Bernard: “En Attendant Godot - Profil d’une
Oeuvre” – Hatier. – Paris.
· Melese, Pierre: “Beckett” – Editions Seghers – Paris.
· Mignon, Paul Louis: “Historia del Teatro
Contemporáneo” – Ed. Guadarrama –
Madrid.
·
Serreau, Genevieve: “Historia del Nouveau Théatre” – Siglo XXI Editores –
México.
·
Uscatescu, George: “Teatro Occidental Contemporáneo” – Ed. Guadarrama – Madrid.
·
Wellwarth, George; “Teatro de Protesta y Paradoja” – Alianza Lumen – Madrid.
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