martes, 13 de noviembre de 2012

Cartas... cartas...

Hola… hoy me desperté pensando en vos. Es que cuando los días son así, frescos, cuando llovizna como hoy, pienso que la noche va a estar ideal para encontrarnos. Entonces me preparo, a la tarde me baño largamente, me depilo… que aunque vos no lo notés a mi me hace sentir mejor, más segura.
Cuando salgo de casa cargando mi bolso…¿Por qué siempre llevo tantas cosas cuando vamos a vernos? decido caminar para sentir el viento y la leve llovizna en la cara…¡es tan linda la calle San Luis…cuando el tiempo esta así! Repaso mentalmente  todo lo que voy a hacer y decir cuando estemos juntos…por eso camino despacio como demorando el encuentro, pero igual llego temprano. Me paro un rato en la puerta, no a esperarte porque se que vas a llegar sobre la hora, pero el pacto es así: yo tengo que llegar antes. El  vecino me reconoce y me saluda con una sonrisita cómplice, me da un poco de vergüenza y decido entrar. Voy a prepararme. No me fallés, se que esta noche va a ser hermoso.

Esta todo bien si querés traer a alguien mas…

Con diez entradas vendidas ya largamos función, es por Valdez, el de ARGENTORES ¿sabés?…es que necesitamos doce “borderó” para el Instituto,  por lo del subsidio.

 Te espero, un beso.


Otra carta a  un espectador

¿Sabés que nuestra relación estuvo siempre marcada por LA ESPERA? así con mayúsculas…y juro que no es un reproche pero la verdad es que me pasé la vida esperando, desde chico, desde que empecé en este maravilloso oficio, aprendí a esperarte.

Con mis mayores aprendí algunos secretos de LA ESPERA: Por ejemplo con Carlos (“El Gordo” Olivera) aprendí a esperar “el último chorrito” como él llamaba a esos cuatro o cinco espectadores que llegan apurados cuando estás a punto de largar función: –No largués todavía “Negro” que ya llegan- me decía…y efectivamente, llegaban. Con la Rosita  (Avila) aprendí a esperarte y a despedirte en el hall luego de cada función. Con Armando de Oliva o el “Manco” Jordán aprendí a no esperar e ir a buscarte: hacer funciones a la vuelta de tu casa,  en “el salón de la biblioteca” del barrio  o en el “recreo bailable” de algún remoto pueblito.

Te cuento que a veces me reía con Alfonso Gomez Delcey cuando siempre encontraba como justificarte:

-Es que hace demasiado calor- decía “El Gallo” en verano –¡Está helando, que van a venir!- rezongaba en julio…siempre encontraba alguna razón.

A veces para calmar la ansiedad de la espera, reviso la sala para ver si quedó algún papelito de la función anterior, o controlo la utilería o simplemente me paro en la puerta como mi viejo cuando en las épocas duras esperaba horas en la puerta del almacén y no entraba un alma ni a comprar yerba; es que habían cerrado los ingenios y no se veía un mango ni por casualidad.

A veces también me das sorpresas, entonces tenemos que agregar una función los jueves o un trasnoche los sábados y todos andamos cansados y felices.

Tengo que confesarte que de vez en cuando me harto, tengo ganas de mandar todo al carajo y no esperarte mas. Pero yo se que se me pasa, porque en el fondo me encanta esperarte. Me encanta ese momento en el que la boletera me mira con cara de “yo no fui”, entonces lentamente apago el pucho, subo a la cabina y le digo al técnico: -Poné nomas el CD de los celulares y larguemos, ya llegó el último chorrito-

Un abrazo, si podés vení esta noche.
                                                                                           

 Rafael Nofal

                         

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